Efecto Dunning-Kruger sobre los comentarios y opiniones.
Antes de nada una mera explicación sobre este pernicioso efecto, que no se trata de otra cosa que una distorsión cognitiva, que hace que la persona sobreestime su capacidad de conocimiento que posee sobre alguna materia.
En palabras llanas, es cuando los ignorantes se creen los más listos.
Este efecto se aprecia enormemente en la actualidad, ya que, aunque las nuevas tecnologías no están facilitando enormemente la vida, también han creado un “arma” que todos podemos usar con el mismo derecho, estando o no afectados por el efecto Dunning-Kruger.
Este “arma” o derecho tiene varios nombres, comentario, valoración, opinión, etc.
Este “arma” que todos poseemos, es altamente peligrosa, porque tras el uso o consumo de cualquier tipo de bien, se nos facilita la posibilidad de dejar nuestra impresión acerca de la satisfacción que por ello hemos recibido.
Esta posibilidad de juzgar que se nos brinda, aunque seamos unos perfectos ignorantes en la materia de la que se opina, influirá positiva o negativamente en la toma de decisión del posible futuro usuario.
A modo de ejemplo y siempre desde un punto de vista personal, en mi caso, si se trata de valorar un restaurante, pienso que estoy facultado para poder evaluarlo de una forma justa, ya que creo poseer una cultura gastronómica, adquirida tras muchos años comiendo fuera de casa, que me faculta para opinar sobre los diversos aspectos que se han de tener en cuenta para elegir un restaurante u otro.
Digamos por tanto que, en este caso, mi opinión se debería tener en cuenta tanto por los propietarios del negocio, como por otros futuros consumidores de ese restaurante para que decidan elegirlo o no.
Ahora bien, yo, la misma persona que tengo una opinión de peso sobre asuntos gastronómicos, estoy igualmente facultado para opinar sobre una obra de teatro alternativo, actividad está de la cual soy un perfecto neófito.
Afortunadamente mi prudencia y sentido común me impiden pronunciarme sobre lo que no conozco en profundidad.
Pienso que los comentarios han de aportar valor a los futuros clientes o consumidores y que la ignorancia de algunos opinadores, no les da derecho a confundirlos.
Dicho lo anterior, pienso que antes de “dejar” un comentario hemos de hacer un ejercicio de introspección, para comprobar si tenemos el suficiente bagaje, conocimiento, capacidad de comparación, etc. que nos acredite para efectuar esa opinión, ya que puede perjudicar a muchísimas personas.
Normalmente los propietarios de los negocios son los más perjudicados, que en ocasiones se someten o nos sometemos, a comentarios de clientes (incluso con graves faltas de ortografía) con escasos conocimientos en cada una de las diversas materias de las que se atreven a opinar sin rubor alguno.
Entiendo que, desde el punto de vista populista, la reflexión que plasmo anteriormente puede ser mal interpretada, ya que rápidamente “saltarán” los cuatro desahogaos de turno, que dirán profundamente indignados, que todos tenemos derecho a opinar.
Estoy totalmente de acuerdo, pero opina de lo que sepas y que tus comentarios no perjudiquen ni confundan a nadie, sino todo lo contrario, que aporten valor y ayuden a tus semejantes.
Desgraciadamente nos olvidamos de que los ciudadanos tenemos derechos y también obligaciones, entre ellas la honestidad, por lo que es mejor callar que errar.